El abismo (2007)

Iba regando suspiros una tarde triste en la que sólo se ven harapos de cielo, susurraba letras de viento que desparecían ni bien las pronunciaba. Me oprimía la soledad en la multitud, sólo máscaras, vestidas como se debe, peinadas como se debe, ausentes de mirada, fugados sus sentimientos, marchan como hormigas sin destino, dando pasos hacia el abismo, ¡autómatas!, ¡esclavos!, ¡necios!, ¡ciegos! escalan la verticalidad , resbalan a cada paso y siguen en la sinrazón eterna y desmedida. Siempre lejos, siempre en el mismo lugar, aves de rapiña por migajas, ladrones de inútiles joyas de barro que se desgranan en sus manos, premios de un esfuerzo inútil.
Soy la que sueña, soy la que quiere ver el sol durante la tormenta, la que siembra vida en cada palabra exhalada, la que de sus ojos desgrana cristales, acercando la paz distante en los pensamientos, mascullando la impotencia en los fracasos, cosechando sueños olvidados. ¡Soy la que grita desde el abismo! Acorralada en esta cordura de locos, en esta locura de cuerdos.
Sueño … Siento … río … deseo … vivo … canto … amo … lloro … soporto … pero finalmente … soy un Alma.

Irrealidad

Muero en la irrealidad de una caricia nunca recibida, en el agónico suspiro de una presencia ausente; me diluyo en ríos de palabras lejanas. Como una niña espero el juguete que nunca llegará.
Un golpe asestado en el momento preciso me devuelve al mundo de las obligaciones, donde el deseo ha muerto hace mucho tiempo, donde la vida se condensa y se diluye a la velocidad de la luz. Es cierto, en este océano de dudas y remordimientos te hiciste necesario, aunque no lo quisiera, sondeaste hasta lo más profundo del alma, en rincones inhóspitos, abandonados. Llegaste y te adueñaste de lo que no era tuyo con la dulzura a manos llenas y el corazón escondido. Intento vanamente resistirme a este remolino de sentimientos que me atrapa. La ansiedad a flor de piel ante tu ausencia, latidos que se acercan… y la nada…

La Señal (2008)

Cuando asomen los primeros atisbos de oscuridad, despertarán las lóbregas alas de una muerte silenciosa, sobrevolarán en señal de que ha llegado la hora.
Los pestillos se cerrarán ante el espanto de un gesto macabro, al agua se convertirá en sangre y bañará las avenidas desiertas.
Agonizarán las esperanzas sumidas en eterna tiniebla.
Mutarán las sonrisas en muecas vacías y, los rostros, en pálidas esfinges de mirada inhóspita.
Insomnes, presenciaremos la matanza más cruel, el terror más despiadado y como autómatas seguiremos caminando en oscuros rumbos, anhelando lo que hemos perdido, soñando lo que hemos vivido...
Y caerán las primeras gotas de un torrente que destruirá todo lo que nos pertenece, lo que con denuedo fue construido a lo largo de los siglos.
Nada quedará en pie.
Comenzará a reinar la desolación...

Rencor (2007)

Esperaba mil palabras
             de tu boca
El silencio
         fue la única palabra.

Esperaba la infinitud de un abrazo
         y recibí
             el vacío
     de una gentil indiferencia.

         ¿Qué puedo reclamarte?
si en medio de la furia
fui capaz de ser
     el más despreciable de los seres.

Si en medio de la furia
fui capaz de heirte
         con mil odios y puñales
                 ¿Qué puedo esperar?
si fui yo quien te bautizó en el rencor

Suplico lo que no merezco
                 Merezco lo que no deseo
Deseo lo que no valoro
                 Valoro lo que he perdido

Huida

En cada espacio
     de tu ausencia
         se disuelve
           mi alma herida

     Y vago
         entre el dolor
     y la nostalgia
suspirando deseos rotos
         palabras lejanas.

Tu mirada me desangra
la injusticia de tus ojos
     me crucifica
la crueldad de tu boca
     me asfixia
y cada gota de tu recuerdo
desvaneces mi esperanza

tus caricias me encarcelan
se apoderan de mi piel
mientras tus pies huyen
     y mi alma vacía
         sólo te murmura.

Dos mundos

¿Cómo se puede vivir entre dos mundos?, ¿cómo conjugar la virtualidad y la realidad?, ¿qué línea indescifrable marca el límite entre el error y la sensatez?, ¿qué denso bosque divide la fidelidad de la infidelidad?, ¿cuál de todos los medios tonos es el exacto?, ¿en qué punto dos soledades encuentran oasis a sus hastíos, y comparten un momento sin espacio y sin tiempo, la fugacidad de un haz de luz perdiéndose en el universo, un lugar que nunca les será propio, la incoherencia de ser sin ser, de confiar ciegamente o desconfiar eternamente?. ¿Cuál es la medida para dos almas desvaneciéndose?
¿Qué es real, qué es mentira? ¿Pueden los sentidos agudizarse?, La vista ser plena con los ojos cerrados, el olfato selectivo con olores imaginados, sentir el gusto de lo lejano, de lo ajeno, oír el eco de voces nunca escuchadas, percibir la cercanía y la tibieza de un cuerpo ausente.
Es efímero el sueño que no acaba, el corazón acelerado, una mirada que es la vez todo y nada, una distancia inexpugnable, un abismo en el silencio de un mundo desierto.
¿Cómo se puede conciliar entre lo auténtico y lo irreal? ¿Cuál es cada uno? ¿O será que en la potencialidad, lo supuesto puede materializarse y lo efectivo transformarse en metáfora?...

Olvido

Quisiera perder en los recovecos de la memoria todos tus recuerdos, que desaparezcan, que se extravíen entre tantos otros. Despertar una mañana y desconocerte la mirada, que pase inadvertida tu voz, arrinconar cada palabra para que pierda su melodía, caminar sin sentir el eco de tus pasos, arrancar de mí los sentimientos, que el olvido cierre las heridas. Amanecer y saber que mi boca no te nombra, mis ojos no te buscan, mis manos no te sienten, que tu aroma sea uno más y que no me aceche tu susurro en la penumbra solitaria.
Te escondo, como un desdichado tesoro, entre mis ropas hasta el próximo trago.

Vaivén

Un aleteo azulceleste
miro la punta de mis dedos
acariciados por una fría transparencia
Me acurruco
en la esperanza
y me abrigo de sueños...
Una pálida soledad
me toma de las manos...
doy un paso
surco el infinito...

EL TRÍO DE ORTÚZAR (un poco de humor para una tarde gris)

El trío de Ortúzar era famoso porque con sus fechorías tenía asombrado a todo el barrio. Ulises, el mayor en edad pero el menor en estatura, era conocido por su habilidad para sorprender ancianas y robarles el bastón. Tenía una colección de quinientos ejemplares, poblaban las paredes de su casa desde las muletas más humildes hasta los más distinguidos de maderas excelsas y mango de marfil.
Rigoberto, el mediano, apodado Medio Pelo, era un as en la sustracción de pelucas y peluquines. Su técnica era simple, desde su balcón colgaba una tanza con un anzuelo en la punta, y se sentaba a esperar a la víctima. Tenía ya muestras de todos los colores y largos, había juntado trescientas sesenta, estaba a punto de conseguir su objetivo, usar un postizo distinto cada día del año.
Reinaldo, el más joven, apodado “El Príncipe” era un experto en el hurto de medibachas. Nadie sabía como había logrado conseguir más de doscientas de ellas. Era un secreto muy bien guardado el método que utilizaba. Algunas chusmas del barrio comentaban que en realidad las compraba y se pavoneaba diciendo que se las quitaba a señoritas desprevenidas; otras le habían hecho fama de gran seductor y suspiraban a coro cuando lo veían pasar. Otras tantas se jactaban de haber sido atacadas por El Príncipe y hasta lo decían con un dejo de orgullo.
Cansados ya de las maldades del trío, los vecinos de Villa Ortúzar decidieron tenderles una trampa y así atraparlos “in fraganti”.
Ulises fue sorprendido con el bastón de doña Luisa que después de robárselo la había dejado abrazada al semáforo de la esquina de Tronador y la Av. Triunvirato a la espera de algún joven que la ayudase.
Rigoberto fue atrapado intentando robarle el sexto peluquín a don José. El pobre Medio Pelo estaba desconsolado, pescarlo justo cuando había logrado conseguir las trescientas sesenta y cinco pelucas; -no hay justicia en este mundo- gritaba, mientras lo subían al móvil policial.
Reinaldo fue descubierto disfrazado de mujer comprando medibachas en la lencería “La Media Corrida”. Las chusmas, indignadas se abalanzaron sobre El Príncipe para atacarlo varias veces, los agentes tuvieron que intervenir para evitar que llegara todo magullado a la comisaría. Se escuchó desde la muchedumbre el comentario: -viste... yo te dije, que seductor ni ocho cuartos...-. Las que habían afirmado ser atacadas por El Príncipe al poco tiempo se mudaron y nadie más supo de ellas.
Este fue el trágico fin del trío y de cómo Villa Ortúzar recuperó su tranquilidad, sus bastones y sus pelucas.

ELENA

ELENA Autora: Polymnia (Presentado en el concurso de cuentos de Metrovías bajo este seudónimo) Elena viajaba a su trabajo todas las mañanas como tantos miles de empleados de esta ciudad. Parecía que iba a ser uno más de una extensa sucesión de días grises. Salió de su casa como era costumbre, sin desayunar, a medio peinar y sin maquillaje, la billetera, las llaves y el monedero en la mano. Llegó a tomar el colectivo, sin sospechar que a diez cuadras, gracias a un desperfecto, la abandonaría cruelmente. Se desesperó, buscó un taxi pero no encontró uno libre que pudiera salvarla de la tardanza. Consiguió retomar su rumbo, pensó que lo peor había pasado, y una leve sonrisa la iluminó. El andén era un inmenso mar de rostros, pudo descubrir entre tantos, unos ojos verdes que la miraban con insistencia y la hicieron sentir halagada e incómoda. En la casi imposible tarea de subir se encontraron accidentalmente presos de una intimidad inusitada, casi grotesca. Elena pudo sentir su respiración invadiéndola, la tibieza cercana de su cuerpo, su agradable perfume, la pequeña mancha en la corbata que intentaba disimular con el alfiler. La camisa arrugada, y la falta de alianza, le hicieron sospechar que era soltero. Notó que llevaba el cabello peinado hacia delante para ocultar una inminente calvicie, era joven, de unos treinta años quizás. Por un descuido él le rozó su brazo y en aquel momento pudo percibir la suavidad de aquella piel extraña y cálida… Gerardo salía todas las mañanas hacia su estudio, dejando atrás un remolino que más tarde, gracias a la tarea de María, simulaba ser un lugar habitable. Como siempre, corrió hasta la estación de subte y con dificultad pudo encontrar un sitio donde esperar. Mientras por su mente corrían expedientes y escritos, la vio pasar: de cabello oscuro y profundos ojos grises; ella lo miró sin mirarlo, Pero, Gerardo, olvidándose de papeles y reuniones no pudo más que observarla. Ella revisó varias veces su reloj, él dedujo que llegaba tarde; y casi como un deseo cumplido sin querer, sorpresivamente estaban juntos; Gerardo empezó a recorrerla lentamente con la mirada, el cabello ondulado que caía sobre sus hombros, esos enigmáticos ojos grises, el cuerpo de una musa escapada del monte Helicón. Gracias a la brevedad que los separaba pudo percibir su perfume suave y casi inconscientemente le rozó el brazo sintiendo así la vibrante frescura de su piel. Se fastidió pensando la injusta situación que estaba viviendo, sentía deseos de hablarle pero cualquier cosa que dijera sería inapropiada. Las estaciones se sucedían una tras otra, cual mudos testigos de ese encuentro, tan sólo un milagro podría hacer que esas dos almas solitarias pudieran llegar más allá de una simple coincidencia. Gerardo arribó a destino, con el corazón anhelante y el deseo de que su musa lo siguiese, que le confesara que estaba sintiendo lo mismo a pesar de ser dos desconocidos. Pero no se cumplió lo que ansiaba, con desilusión vio como esos ojos grises se alejaban quizás para siempre. Al día siguiente Elena y Gerardo se buscaron pero ya no se encontraron. Con el tiempo el andén otra vez se convirtió en el mar de rostros indescifrables que cruzaban cada mañana camino al trabajo. Sus rutinas volvieron a ser las que eran, como las de tantos “Elena” y “Gerardo” en esta inmensa ciudad que están destinados a encontrarse y perderse en un mismo instante.

LA CONDENA

Todas las mañanas se suceden en el mismo cubo, helado y gris, acompañado únicamente por el remordimiento y esa escena que se repite incansablemente mientras brotan las primeras lágrimas. Es imposible reflexionar cuando el desenfreno y la soberbia son tus padres, cuando lo que te rodea es ambición y desprecio por la vida. Sólo el encierro, la soledad, la miseria, y la culpa enseñan que no hay nada más sagrado que la libertad.
Es tan recurrente soñar que las rejas se desgranan y las paredes estallan, deshaciéndose, que comienza a desdibujarse el ínfimo límite entre la realidad y lo etéreo. Lo más simple se convierte en extraño y lo más abominable en cotidiano.
Las alimañas rodean y absorben hidrópicas cualquier esperanza.
El pecho comienza a cerrarse mientras la presión en el cuello crece, la escena se repite nuevamente pero ya no ahoga, ya no duele, es la última vez que será proyectada.
Finalmente el silencio y la paz inundan el fúnebre cubo.