LA CONDENA

Todas las mañanas se suceden en el mismo cubo, helado y gris, acompañado únicamente por el remordimiento y esa escena que se repite incansablemente mientras brotan las primeras lágrimas. Es imposible reflexionar cuando el desenfreno y la soberbia son tus padres, cuando lo que te rodea es ambición y desprecio por la vida. Sólo el encierro, la soledad, la miseria, y la culpa enseñan que no hay nada más sagrado que la libertad.
Es tan recurrente soñar que las rejas se desgranan y las paredes estallan, deshaciéndose, que comienza a desdibujarse el ínfimo límite entre la realidad y lo etéreo. Lo más simple se convierte en extraño y lo más abominable en cotidiano.
Las alimañas rodean y absorben hidrópicas cualquier esperanza.
El pecho comienza a cerrarse mientras la presión en el cuello crece, la escena se repite nuevamente pero ya no ahoga, ya no duele, es la última vez que será proyectada.
Finalmente el silencio y la paz inundan el fúnebre cubo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario