EL TRÍO DE ORTÚZAR (un poco de humor para una tarde gris)

El trío de Ortúzar era famoso porque con sus fechorías tenía asombrado a todo el barrio. Ulises, el mayor en edad pero el menor en estatura, era conocido por su habilidad para sorprender ancianas y robarles el bastón. Tenía una colección de quinientos ejemplares, poblaban las paredes de su casa desde las muletas más humildes hasta los más distinguidos de maderas excelsas y mango de marfil.
Rigoberto, el mediano, apodado Medio Pelo, era un as en la sustracción de pelucas y peluquines. Su técnica era simple, desde su balcón colgaba una tanza con un anzuelo en la punta, y se sentaba a esperar a la víctima. Tenía ya muestras de todos los colores y largos, había juntado trescientas sesenta, estaba a punto de conseguir su objetivo, usar un postizo distinto cada día del año.
Reinaldo, el más joven, apodado “El Príncipe” era un experto en el hurto de medibachas. Nadie sabía como había logrado conseguir más de doscientas de ellas. Era un secreto muy bien guardado el método que utilizaba. Algunas chusmas del barrio comentaban que en realidad las compraba y se pavoneaba diciendo que se las quitaba a señoritas desprevenidas; otras le habían hecho fama de gran seductor y suspiraban a coro cuando lo veían pasar. Otras tantas se jactaban de haber sido atacadas por El Príncipe y hasta lo decían con un dejo de orgullo.
Cansados ya de las maldades del trío, los vecinos de Villa Ortúzar decidieron tenderles una trampa y así atraparlos “in fraganti”.
Ulises fue sorprendido con el bastón de doña Luisa que después de robárselo la había dejado abrazada al semáforo de la esquina de Tronador y la Av. Triunvirato a la espera de algún joven que la ayudase.
Rigoberto fue atrapado intentando robarle el sexto peluquín a don José. El pobre Medio Pelo estaba desconsolado, pescarlo justo cuando había logrado conseguir las trescientas sesenta y cinco pelucas; -no hay justicia en este mundo- gritaba, mientras lo subían al móvil policial.
Reinaldo fue descubierto disfrazado de mujer comprando medibachas en la lencería “La Media Corrida”. Las chusmas, indignadas se abalanzaron sobre El Príncipe para atacarlo varias veces, los agentes tuvieron que intervenir para evitar que llegara todo magullado a la comisaría. Se escuchó desde la muchedumbre el comentario: -viste... yo te dije, que seductor ni ocho cuartos...-. Las que habían afirmado ser atacadas por El Príncipe al poco tiempo se mudaron y nadie más supo de ellas.
Este fue el trágico fin del trío y de cómo Villa Ortúzar recuperó su tranquilidad, sus bastones y sus pelucas.

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